Primer culpable: el aire acondicionado.

19.08.2013 15:15

Hoy en día, y más en estas fechas, una de las causas más frecuentes de estas agresiones son los aparatos de aire acondicionado. No ya sólo por los violentos enfriamientos que pueden provocar, sino porque además pueden hacer que prolifere y se propague la legionela, una bacteria que genera patologías respiratorias con distintos grados de gravedad. 


El nombre de la legionela (Legionella pneumophila) proviene de una grave epidemia de neumonía que se produjo en 1976 en una convención de legionarios norteamericanos en la que todos se contagiaron de esta bacteria, difundida en la atmósfera mediante un sistema de climatización infectado. A la enfermedad se la llamó legionelosis. 

Por suerte, existen diferentes especies de esta bacteria, y no todas son tan patógenas como aquella de la que fueron víctimas los veteranos norteamericanos. Es innegable que las personas vulnerables pueden verse afectadas por estas agresiones bacterianas si se exponen a ellas en ciertos lugares públicos climatizados (transportes colectivos, tiendas, salas de espectáculos, supermercados, etc.), sobre todo si se quedan un rato junto a una salida de aire y éste las alcanza directamente. 

Por tanto, lo primero que hay que hacer es protegerse de estas situaciones y evitar la proximidad a las bocas de salida del aire, que muy a menudo funcionan con circuitos cerrados sin renovación del aire. 

En España existe legislación muy estricta que obliga a las empresas a garantizar el correcto estado de mantenimiento, limpieza y desinfección de las instalaciones susceptibles de originar legionelosis (como las que tienen equipos de refrigeración o sistemas de depuración de agua climatizada como los spas, piscinas, etc.). Pero dado que no hay año en que no se produzcan brotes de legionela (en restaurantes, hospitales, universidades…) no está de más que usted sepa cómo tomar medidas para protegerse. 

Así, por ejemplo, cuando haga mucho calor y entre en un supermercado ligero de ropa, no debe detenerse mucho rato ante el frío que proviene de las neveras de carnes y lácteos. Aunque resulta agradable momentáneamente, más adelante puede ser muy dañino si al efecto de enfriamiento se le añade uno contaminante. 

No olvide que nadamos constantemente en un océano de bacterias. La mayor parte son inocuas, por no hablar de las que nos son útiles. En cuanto a las patógenas, lo más habitual es que logremos mantenerlas a raya, no sólo gracias a nuestro sistema inmunitario, sino principalmente por nuestra temperatura de 37°, que impide que proliferen. 

Por este motivo, cuando sobreviene un enfriamiento brusco al cuerpo, las bacterias enseguida tienen la oportunidad de multiplicarse… y no se privan de hacerlo. Todos sabemos que hay que evitar enfriarse, pero a veces se nos olvida tomar las precauciones necesarias, sobre todo cuando hace mucho calor. 

Y es que cuando el calor aprieta es lógico ir en busca lugares frescos. Antes de que existiese el aire acondicionado, los enfriamientos eran más leves y no entrañaban un gran riesgo. Pero ya no es así, y con los aires acondicionados a toda potencia, se producen cambios de temperatura demasiado bruscos. 

Si usted padece un problema de flemas persistentes o incluso crónicas, y no se debe a un resfriado, lo primero es identificar el origen del problema. Si proviene de su entorno profesional, y en particular de un sistema de aire acondicionado, es totalmente necesario que se proteja, alejándose del aparato de salida del aire.
  
Conozco a una persona que se encontraba en esta situación y que, tras hablarlo en su empresa y cambiar de sitio, consiguió que se acabaran sus problemas de sa
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